Telesobrevivir
Qué tiempos estos! Lo anunciado nos sorprende. Breve lapso para un colapso. Múltiples facetas vitales se transforman. Se impone un régimen extremo de auto-cuidado, prevención, distancias, aislamiento, privaciones. Todo tiende a cambiar, menos lo que en la anormalidad acostumbrada debería haber cambiado por dañino al ambiente, la sociedad o a las personas, según lógicas estrechas impuestas por normas, instituciones y prácticas imperantes. No se revisan los aspectos estructurales de nuestros problemas globales —y en Colombia, de nuestras tragedias ya endémicas—. En general, se improvisa como si lo que se vive fuese una eventualidad pasajera; y no lo es, es una diversa y dolorosa coyuntura de alteraciones sustanciales, imperiosas e ineludibles ante los riesgos de enfermedad y muerte o deprivación planetaria.
A quienes controlan el poder y sus instrumentos de gestión social y, por ello, tienen mayor capacidad para eludir o superar los riesgos, no les interesa modificar lo que los ha beneficiado: exclusión social, desigualdad, inequidad, concentración de la riqueza, injusticia, violencias selectivas, depredación de los recursos ni, por ende, el sistema que asegura sus privilegios, vicios y corrupción. La codicia y el interés privado son resilientes. Pero quienes viven del trabajo formal, legal o precarizado, y en especial si no lo tienen, deben asumir las consecuencias.
Tele-educándose en casa
Todo el aparato institucional de formación social e individual ha recibido un fuerte golpe y está seriamente amenazado por las consecuencias inmediatas del confinamiento forzado —cierre físico, improvisación tecnológica y pedagógica, lucro cesante, costos de adecuaciones, deserción, etc.— que, además, evidencian tanto las debilidades institucionales como las diferencias tradicionales entre lo público y lo privado. Ha sido forzado a re-adecuar su operatividad al distanciamiento y al uso de medios, que aunque ya experimentados en distintos casos y niveles, tenían un uso marginal. Desde las experiencias de Radio Sutatenza y de Televisión educativa, ya sexagenarias, hasta los programas a distancia del SENA, la UNAD y los programas de varias universidades el país ha logrado valiosas experiencias que no se pueden extender de improviso a todos los niveles, formatos pedagógicos, temas y características regionales y grupos de población.
El panorama es incierto, su normalización imprevisible y sus costos sociales se sienten ya en los hogares. A la vida familiar tradicional se le han superpuesto forzosamente las actividades productivas de los mayores y las de aprendizaje de los menores, sin reconocer ni remediar —¿cómo?— las deficiencias estructurales de las viviendas, que se agudizan según se descienda en los odiosos estratos que segmentan nuestra sociedad y sus ciudades. Estrechez de áreas, limitaciones de energía, luz, aire y servicios básicos; dotaciones inapropiadas, disponibilidad de medios de comunicación —conectividad, equipos y programas adecuados— sumados al hacinamiento constante, falta de pericia con los medios y los costos que su uso más intensivo implica, son además, factores concomitantes que dificultan los nuevos escenarios del aprendizaje en casa.
Sin espacio para profundizar en las problemáticas generales económicas, logísticas, operativas y de racionalización del uso de los recursos, sobre lo cual, en general ha girado la gestión de emergencia que ha permitido sobrevivir a los programas e instituciones más responsables, salto a lo particular.
Todo lo anterior afecta también a los programas universitarios en Diseño y plantea diversos y particulares retos a instituciones, docentes y profesionales en formación. Si bien fue notable el esfuerzo de todos por lograr mantener el vínculo formativo y reducir riesgos y amenazas de este salto al vacío para cubrir las metas del 2020, es necesario reflexionar a fondo sobre las implicaciones del nuevo contexto, considerando su indefinible duración y por lo que implica para su continuidad, mejora y reducción de las afectaciones.
“Enseñar no es una simple transferencia de conocimiento, es crear posibilidades para la propia producción o construcción del conocimiento”… Paulo Freire
Tele-aprendiendo a diseñar
Es necesario mencionar algunas implicaciones, condicionamientos y oportunidades que pueden afectar la formación de los diseñadores. Ante todo, creo, esta crisis permite revalorar la condición fundamental del Diseño cuyos contenidos inherentes como disciplina se aprenden, pero no se enseñan —al menos en el sentido ´bancario´ de la educación, como lo cuestionó P. Freire—. Ello implica un cambio esencial en los roles del docente —no ´enseñar´ sino guiar— y del aprendiz — aprender de la propia experiencia con sentido autónomo, crítico y autocrítico—. En lo cual el distanciamiento real puede favorecer la autonomía pero, a la vez, debilitar el valor del diálogo presencial con los guías y con los compañeros y colegas, como medio para enriquecer la reflexión y el criterio, la mutua comparación y el ´aprendizaje con los otros´.
A la vez, desde hace tres décadas el uso de computadores se volvió imprescindible, replanteando los procesos de Diseño en casi todos sus actividades: desde buscar información y procesar datos, hasta proyectar, modelar, simular y prototipar y conectar con los centros y medios productivos. Una verdadera revolución que dinamiza y enriquece el acceso a múltiples recursos pero implica riesgos si omite o demerita el pensamiento- crítico —conceptuar y argumentar— y el desarrollo de habilidades de percepción y expresividad y pensamiento asociadas a la conexión sensible de ojo-mano-cerebro, p. e. Además, puede someter la creatividad a los estándares de la tecnología. Este fenómeno ya venía alterando la relación de aprendizaje, su auto-evaluación y evaluación: en apariencia las ha ´simplificado´, omitiendo ejercicios o prácticas necesarias a la formación y fortalecimiento de la capacidad proyectual, y en general haciendo de los proceso proyectuales académicos algo más superficial, lo que se oculta con los efectos de apariencia que los programas y equipos permiten.
Con la ´neo-asocialidad´ esto se ha agudizado, a pesar de los evidentes esfuerzos de los docentes, para quienes esta condición ha multiplicado la carga laboral de preparar, desarrollar y seguir la relación aprendiz-proyecto / aprendiz-guía. El potencial y la empatía de lo presencial en los ´talleres´ será difícil de recuperar: el ´auto-aprendizaje del Diseño desde el ejercicio del Diseño´ —que es la naturaleza teórico-práctica de la actividad proyectual— requiere de un cálido contacto personal y grupal, no solo con los docentes y compañeros, sino también con los grupos sociales cuyas necesidades se estudian y se proyectan resolver, sino con los medos productivos reales y otros actores sociales e institucionales de los procesos de Diseño. Esto que pudiera no ser indispensable en los contenidos relacionados de la formación en Diseño —temas de otras áreas, por lo general susceptibles de procesos de enseñanza tradicionales y por medios distantes— para el caso de la formación de pensamiento y experticia de los diseñadores debe ser algo ineludible.
A los programas formativos tradicionales en Diseño se les podía cuestionar por su equívoca centralidad en el ´resultado´ —como ´acto creativo´ demostrativo del talento personal: as soluciones logradas, los productos tangibles— y por desconocer, no reconocer o no valorizar los procesos desarrollados y todos sus demás resultados tangibles —documentación, ensayos y errores, resultados de expresión y representación, p. e.— e intangibles —conocimientos adquiridos y nuevos, criterios, experiencia y experticia, desarrollo de habilidades, entre otros—.
Si todo esto no se replantea, los programas de Diseño reconocidos estarán sujetos a la competencia de las formaciones más livianas de instituciones ´técnicas´ y mucho más a la de las plataformas internacionales de programas y empresas educativas que llegan abiertamente sin un compromiso con las condiciones locales, y cuyas facilidades pueden banalizar la disciplina de Diseñar. Así, p. e., en lo que tiene que ver con nuestra cultura- material-de-uso, si no es a nuestras escuelas de Diseño ¿a quién correspondería canalizar y apoyar los procesos de reconstrucción social, económica y cultural que surgen de las problemáticas que nos está imponiendo la pandemia? Es la oportunidad frente al riesgo.
Y que la pandemia nos permita ascender del “… muestre a ver lo que hizo” al “… cuente ¿qué aprendió?” como prueba de un verdadero aprendizaje de Diseño centrado en su naturaleza disciplinaria, en las necesidades y oportunidades locales y con visión de progreso en todos sus aspectos.